Julio Prieto Rodríguez. Nació el 16 de septiembre de 1890 en Guadalajara, Jalisco, y murió el 22 de noviembre de 1962 en México, D.F. Fueron sus padres el ingeniero en minas Raúl Prieto González Bango (1855-1917) y Teresa Rodríguez Gama (1860-1955), ambos oriundos de Jalisco.

Fue el menor de cuatro hermanos hombres:  Sotero (1884-1935), que fue ingeniero civil y matemático y el iniciador de la profesionalización de las matemáticas en México, Carlos (1886-1915), quien fue ingeniero topógrafo y diseñó la Colonia del Carmen, Chimalistac, en San Ángel, participó en la revolución en las filas carrancistas y fue asesinado por sus propios compañeros en San Felipe Torres Mochas, y Raúl (1888-1962), ingeniero topógrafo y revolucionario, también carrancista.  Tuvo también dos hermanas menores que él:  Isabel (1892-1962) y Teresa (1894-1986) 

                                                                                                                                                                                                                                                       
 

 

Cuando el usurpador, Victoriano Huerta, asumió el poder y asesinó a Madero y a Pino Suárez, Julio se unió a las filas villistas bajo las órdenes del Gral. Felipe Ángeles.  Como artillero, participó activamente en la batalla de Zacatecas, desde el cerro de la Bufa, estando a cargo de los cañones.  Fue nombrado Capitán y formó parte del Estado Mayor del Gral. Ángeles.  Fue activo partícipe de la Batalla de Zacatecas, que fue crucial para el triunfo de la Revolución Mexicana.  El 20 de agosto de 1914, en una carta enviada a sus padres desde la ciudad de Chihuahua, hace un detallado relato de la batalla (véase Prieto [2009]).

También tuvo a su cargo los servicios de telegrafía sin hilos de la División del Norte, toda vez que desde muy pequeño y en colaboración con su hermano Carlos, cuatro años mayor que él, aún estando en Real del Monte, experimentaron con éxito la telegrafía sin hilos, de manera más o menos simultánea con los experimentos de Guglielmo Marconi en Pontecchio, cerca de Bolonia, Italia. Regresó a la capital, decepcionado de la revolución.

A su regreso del campo de batalla y hasta la primera mitad de la década de los veinte, don Julio trabajó en el Observatorio Astronómico Nacional, donde tenía a su cargo el cuidado de los péndulos con los que funcionaban los exactísimos relojes que daban la hora de México.  Se recuerda la siguiente anécdota:  Eran muy frecuentes las visitas al observatorio, especialmente de grupos escolares.  Don Julio prohibió las visitas a la sala de péndulos, toda vez que los cambios bruscos de temperatura y de humedad, producidos por los visitantes, modificaban grandemente la longitud de los péndulos, con lo que se perdía exactitud la hora de México.

En esa época, el 10 de septiembre de 1923, tuvo lugar el primer eclipse solar total visible en México durante el siglo veinte.  El Observatorio formó dos delegaciones para observarlo, una a Laguna Seca, San Luis Potosí, y la otra a Yerbanís, Durango.  Don Julio formó parte de esta última.  Tuvo a su cargo un telescopio de 6m de longitud focal, con el que tomó excelentes imágenes de la totalidad (la corona solar).

Posteriormente, don Julio se dedicó a la construcción y como afición seria, se dedicó a la radio.  Construyó la primera estación de radio experimental que hubo en México, la 1AA, posteriormente designada XE1AA, con la cual establecía comunicación con lugares tan lejanos como Australia.  Fue presidente fundador de la Sociedad Mexicana de Radio Experimentadores en 1932, para la cual propuso el lema: POR LA PATRIA Y LA HUMANIDAD.

Se casó con Consuelo Lozano Eppen, a quien conoció cuando ambos trabajaban en el Observatorio Astronómico y con quien tuvo una hija, Teresita (1917), que falleció a poco de nacer, y dos hijos, Raúl (1918-2007) y Carlos (1920-2012).  Con Carmen Espino tuvo otros tres hijos:  Julio (1935-1974), Alberto (1942-) y Javier (1950-).

Fue dueño de propiedades en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

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Una de esas propiedades fue parte del antiguo ex-convento de las Jerónimas, donde vivió Sor Juana Inés de  la Cruz.  El ex-convento, tras haber estado en manos privadas, entre ellas en las del Arq. Antonio Rivas Mercado y después de su muerte en 1927, en las de sus hijas Antonieta y Alicia, el templo volvió a manos del Estado y en 1932 fue declarado monumento nacional. Pero el resto de la propiedad comenzó a fraccionarse, una parte del cual fue a dar a manos de don Julio.  En la cabecera formada por las calles de San Jerónimo y 5 de Febrero se construyó un edificio y, más tarde, se levantó otro en la avenida Izazaga. Aparecieron durante esa etapa una panadería, la Casa del Estudiante Nayarita, una lechería, un albergue para campesinos, la sede de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y el famoso salón de baile "Smyrna Dancing Club", mismo que desapareció en 1957 para dejar su lugar a un estacionamiento, varias casas de vecindad y pequeños comercios. La propiedad de don Julio fue la que alojó el “Smyrna”.  Después de su fallecimiento, ese viejo edificio se convirtió en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Don Julio fue también un gran aficionado a la mecánica. Sus coches, salvo el primero que tuvo que fue un Willis Knight, fueron siempre Ford color azul marino.   Nunca los llevó a un taller pues para él los "maistros" mecánicos eran unos "macacos". Siempre los reparó él mismo.  En su casa tenía montado un taller espectacular, con un torno, una fresadora, taladro vertical y tableros llenos de herramientas.  Era capaz de fabricar piezas de gran precisión, inclusive aditamentos ópticos para sus Leicas.  Por ejemplo, torneó tubos de aproximación para tomar fotografías de insectos en 3 dimensiones que eran verdaderamente espectaculares.  Conjugó su pasión por la astronomía con su pasión por la fotografía, y en su afán de ser original, logró tomar fotografías en 3 dimensiones de la luna, que lo dejaban a uno con la boca abierta.  Huelga decir qué él mismo procesaba sus fotografías en un cuarto oscuro que instaló en su casa.

Murió tranquilamente en su casa de Tacubaya, después de jugar con su perro y leer el periódico. 

Carlos Prieto de Castro
[Julio Prieto Rodríguez es mi abuelo] 

Prieto Rodríguez, Julio, Carta desde el frente de guerra, Relatos e Historias en México, Noviembre de 2009

 

 

 

 

 

 

Pensamientos

La matemática es la reina de todas las ciencias. Su consentida es la verdad, sus ropajes, la sencillez y la claridad.  Su palacio está rodeado de densas espinas y quien llegar a él desea, tiene que luchar contra esa espesura. Un viajero fortuito no encontrará nada atractivo en ese palacio. Su belleza sólo se abre a la razón, al que ama la verdad, a quien luchó duramente para superar dificultades y fue testigo de la asombrosa inclinación del ser humano a equivocados, pero inagotables y sublimes placeres espirituales.

 J. B. Siniadecki

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