Hace poco más de un año, el 26 de febrero de 2004, murió Víctor Neumann Lara y, como a menudo sucede con personajes emblemáticos, su muerte sigue hablando de su vida. Sucedió justo en “su” Coloquio de Teoría de las Gráficas, Combinatoria, y sus Aplicaciones, que a partir de 2005 lleva oficialmente su nombre.
Corría el decimonoveno de ellos: se han celebrado anualmente en distintas ciudades de México, ahí donde había alguna escuela de matemáticas o un grupo incipiente de investigación que apoyar. Le tocaba entonces a la ciudad de Puebla y, como de costumbre, su conferencia era la más esperada: el jueves a la una. En ella (que en el programa y para variar era “Víctor: título por anunciar”) se distinguía alguno de los múltiples temas en los que estaba trabajando y él decidía cuál en los días previos; quién sabe cómo o porqué: quizá para darle ánimos a algún estudiante o a alguno de sus tantos colaboradores jóvenes, quizá para balancear los temas de los que ya se había hablado, quizá porque era su obsesión matemática incontrolable en el momento o porque sentía o sabía que estaba cerca de algo importante. En Puebla, este último era uno de sus motivos, pues justo antes, en el relajamiento del café me dijo que ya había entendido, y que ahora sí íbamos todos a entender, sus famosos TTT’s, como entre chiste o broma (con respeto) llamábamos a su obsesión añeja por los torneos –unas gráficas endemoniadamente difíciles de clasificar. Y efectivamente, arrancó su plática con la energía y la convicción de que ahí venía la idea iluminadora, ponía las piedras precisas para asomarse a... y en fin, en pleno ejercicio de la actividad que amó; rodeado de sus estudiantes (tanto los jóvenes como los ya no tanto); empapado en respeto y admiración, cariño y atención, y con la intensidad afable y la lucidez que siempre lo caracterizaron: dejó la vida en cosa de un suspiro. En un cambio de acetato, después de bajar de puntualizar algo en el pizarrón, su enorme corazón dijo sin agua va: aquí y ahora. Una muerte a la altura de su vida... y seguiremos sin entender los TTT’s.
Nació en 1933, de padre un viajero Alemán, en plena Huasteca. Creció en ella y, aunque desde joven residió en el DF, su corazón nunca la abandona. Es quizá esa profunda e indisoluble mezcla entre el Neumann y el Lara –que subrayó uniéndolos con un guión en la firma de sus numerosas publicaciones internacionales– lo que lo llevó a vivir de manera tan original y creativa. Matemático visionario y audaz cuyas ideas son indispensables para entender el estado de la combinatoria y la teoría de gráficas en la actualidad, es considerado como el fundador de estas áreas en el mundo de habla hispana; así se le reconoce tanto en España como en Latinoamerica. Se formó como matemático en la Facultad de Ciencias de la UNAM en los años 50, siendo tocado por la barita mágica de grandes maestros como Guillermo Torres y Alberto Barajas, pero su inclinación a las matemáticas no tradicionales lo llevaron por caminos inéditos. Trabaja primero en centros matemáticos en formación, como Xalapa y Venezuela, y poco a poco encuentra, e inventa, su propio sendero de investigación. Es en los setentas, ya de regreso en la UNAM como investigador, que se integra de lleno a la comunidad internacional en las áreas de combinatoria y teoría de gráficas, donde recibe aliento y reconocimiento por varios trabajos seminales. Se establece entonces como un investigador con altos indices de productividad y se avoca, quizá sin proponérselo, a crear escuela. Maestro creativo y amoroso; recurría en sus cursos a la combinatoria mitológica (sirenas y esfinges), los juegos (el timbiriche huasteco) o los colores (llevaba un arco iris en la bolsa de su camisa) para plasmar una idea, motivar el surgimiento de un problema o que sus alumnos entendieran la esencia de una demostración de teoría de gráficas. Seductor nato y profundamente respetuoso, formó a muchos de los investigadores mexicanos en estas disciplinas e influyó personalmente en el resto al reunirlos año tras año, recorriendo al país, en “sus” Coloquios. En este último, el XX en San Luis Potosí y con él ya sólo en el nombre, se sintió como nunca su presencia: su obra. Sin la figura paternal presidiendo, se evidenció la escuela. No sólo en la solidez y amplitud de la temática sino en su trato: las matemáticas no para alimentar el ego sino el espíritu. Por algo a sus Coloquios los han descrito como “intensas matemáticas con aroma de café y arrullo de pirecua; añoranza prehispánica y el placer de comer bien; risas, música, baile y poesía en la sobremesa: quizá López Velarde, Ovidio o Pellicer”.
Además del matemático generoso, creativo y brillante, Víctor Neumann fue un ser humano universal, sensible y con múltiples facetas entramadas por su amor a la vida. Tuvo el don de la palabra y obsesión por el lenguaje. Escribió y publicó poesía. Hablaba Náhuatl, lo usaba y cultivaba como a otras tres o cuatro lenguas occidentales; le encantaba leer originales. Conocía del placer de contemplar la belleza y se afanaba por encontrarla, por tenerla muy cerca. Amó la música y, para sí, le cantaba a la vida, tarareaba. Fue un ser político activo y comprometido que conoció profundamente a México.
Los últimos años de Víctor Neumann Lara fueron de una profusión impresionante, cada día más artículos, más teoremas, más colaboraciones, más estudiantes... y más paz. Las luchas de juventud para hacerse su espacio quedaron atrás pues éste florecía. Su universidad reconoció su talento, obra y trayectoria académica al otorgarle el Premio Universidad Nacional en Investigación en Ciencias Exactas.
Pero los que tuvieron la dicha de conocer a Víctor extrañarán y recordarán, sobre todo, su don único para entablar amistades profundas. Daba de sí y respetaba; se involucraba y comprometía; aprendía y enseñaba, trascendiendo edades y condiciones biológicas (podía uno ser gato, niño, perro, colibrí o humano, ya no digamos que humana). Apaciguaba con su ternura crítica y lúdica, su sonrisa franca, limpia y cautivadora; siempre el humor tan cerca de la sabiduría y todo al servicio de la vida, de vivirla y compartirla.
Javier Bracho